Yo

Yo
YO, tu hija no deseada sólo necesaria. "SALIRSE DEL CLOSET" es la frase que define a los homosexuales que al fin se atreven a alcanzar su libertad, declarándose ante el mundo en toda la dimensión de su orientación sexual. Durante años se consideraron una "minoría excluída" de la sociedad, por eso aceptaban matrimonios bizarros, como el que le ofreció mi padre a mi enamoradísima madre, quien en el tránsito de sus 11 meses de casada y 8 de mi embarazo, al saber la verdad, optó por morir en mi parto de forma "heróica", y quedé yo...a quien mi padre nunca quiso y a los 4 años abandonó sin volver nunca a saber de mi, pues no está en la esencia del gay tener un hijo de su simiente, si montar el show como el de Ricky Martin a través de vientres alquilados o adopciones entre cámaras y noticias de la "prensa rosa". Hablo en nombre de esos hijos, que sin pedir venir al mundo nos trajeron como objetos utilitarios hasta que nuestros padres decidieran sus vidas, y una vez hecho, nos quedamos abandonados a nuestra suerte, sin familia, calor de hogar ni nada a lo que tiene derecho un ser humano, más aún un niño. Fuimos "COSAS" de desecho. Por éso en este blog denuncio que la verdadera MINORIA EXCLUIDA Y CONDENADA A NO TENER NINGUN DERECHO AL CUIDADO Y ATENCIÓN, POR UNA SOCIEDAD HEDONISTA Y SIN AMOR, SOMOS NOSOTROS, no nuestros padres que ya están aceptados por la sociedad y formaron su propio movimiento social con todas sus garantías, deberes y derechos. Como adulta confieso ¿con qué derecho mi padre me condenó a llevar en mi corazón y alma heridas que nunca han sanado por completo? Reflexionen y piensen dónde está la verdad de toda esta farsa.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

La familia son también los hijos, don de Dios y fruto del amor erotizado compartido. No basta engendrar o parir para merecer el título de padre o madre. Uno se hace padre o madre por las relaciones de amor que es capaz de anudar con los hijos. La espiritualidad familiar implica educar con el ejemplo y cultivar cada día el respeto y el amor. Estoy convencido de que la mejor herencia que uno puede dejar a los hijos es el recuerdo de unos padres unidos, que se quieren, se respetan y se ayudan. ¡ CON QUÉ DERECHO PAPÁ ME NEGASTE ESA POSIBILIDAD???

Espiritualidad laical

ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN
La invitación a seguir a Jesús y caminar con su Espíritu, es para todo cristiano, religioso o laico. Sin embargo, la espiritualidad cristiana se ha ligado demasiado a la vida clerical, hasta el punto que con frecuencia, se identifica con ella. Hablar de espiritualidad nos suena a todos como asunto de curas y de monjas. De ahí la urgencia de que los laicos construyamos nuestra identidad espiritual.

A mi modo de ver, los laicos tenemos que construir una espirituali- dad profunda en las dimensiones de la vida familiar, el trabajo y la política. Frente a la cultura creciente que considera el matrimonio como una unión sin compromiso definitivo; cultura que mercantiliza la sexualidad y trata de desvincularla del amor; es urgente que los laicos desarrollemos una verdadera espiritualidad de la vida familiar, del vivir dos en una carne. Esto implica reivindicar el cuerpo como fuente de placer, de creatividad, de fecundidad y de vinculación comunitaria. Espiritualidad que vive intensamente, como don y regalo recibido, una sexualidad que es encuentro gozoso de los cuerpos y diálogo fecundo de los corazones. Esto supone el cultivo de la ternura y la opción radical por una fidelidad inquebrantable. Supone también construir la vida sobre los pequeños detalles de la cotidianidad, la lucha permanente contra la rutina, la aventura diaria de reconstruir el amor.

Don de Dios

La familia son también los hijos, don de Dios y fruto del amor erotizado compartido. No basta engendrar o parir para merecer el título de padre o madre. Uno se hace padre o madre por las relaciones de amor que es capaz de anudar con los hijos. La espiritualidad familiar implica educar con el ejemplo y cultivar cada día el respeto y el amor. Estoy convencido de que la mejor herencia que uno puede dejar a los hijos es el recuerdo de unos padres unidos, que se quieren, se respetan y se ayudan.

Junto a la familia, los laicos tenemos el deber de vivir y construir una espiritualidad del trabajo y de la política. A través del trabajo, continuamos la obra creadora de Dios que nos llamó a recrear el mundo, a humanizarlo, a cuidarlo y conservarlo y no destruirlo. El actual mundo que pudiendo satisfacer las necesidades básicas de todos, hunde a las mayorías en la miseria más atroz, es una dolorosa constatación de que los seres humanos no estamos utilizando apropiadamente, según el plan de Dios, el poder creador que puso en nuestras manos. Por otra parte, en Venezuela necesitamos sembrar la valoración del trabajo como medio esencial de generar riqueza y abundancia para todos, superando la mentalidad limosnera que espera dádivas del Estado sin poner como contraparte el esfuerzo y la producción. Ojalá tomáramos más en serio a Simón Rodríguez, tan citado pero tan olvidado, que clamaba. "Yo no pido que me den, sino que me ocupen, que me den trabajo. Si estuviera inválido pediría ayuda. Sano y fuerte debo trabajar. Sólo permitiré que me carguen a hombros cuando me lleven a enterrar". De ahí la importancia de desarrollar, junto a la espiritualidad del trabajo, una espiritualidad de la política entendida como servicio al bien común, como medio de estructurar la sociedad de modo que se garanticen los derechos fundamentales de todos. No es posible vivir en la política una fe y una espiritualidad que no se traduzca en superación de las aberraciones del clientelismo, de la privatización de lo público, de la corrupción, de la defensa exclusivamente de los míos, del pragmatismo descarnado que busca conquistar o mantenerse en el poder por todos los medios.

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@pesclarin

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