VATICANO, 24 Oct. 15 / 12:30 pm (
ACI).- Al terminar esta tarde los trabajos del Sínodo de los Obispos sobre la
Familia, el Papa Francisco pronunció el discurso conclusivo ante los padres sinodales, los auditores y delegados fraternos. A continuación el texto completo de su alocución en el Aula del Sínodo en el Vaticano:
Queridas Beatitudes, eminencias, excelencias,
Queridos hermanos y hermanas:
Quisiera ante todo agradecer al Señor que ha guiado nuestro camino sinodal en estos años con el Espíritu Santo, que nunca deja a la
Iglesia sin su apoyo.
Agradezco de corazón al Cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo, a Monseñor Fabio Fabene, Subsecretario, y también al Relator, el Cardenal Peter Erdo, y al Secretario especial, Monseñor Bruno Forte, a los Presidentes delegados, a los escritores, consultores, traductores y a todos los que han trabajado incansablemente y con total dedicación a la Iglesia: gracias de corazón.
Agradezco a todos ustedes, queridos Padres Sinodales, delegados fraternos, auditores y auditoras, asesores, párrocos y familias por su participación activa y fructuosa.
Doy las gracias igualmente a los que han trabajado de manera anónima y en silencio, contribuyendo generosamente a los trabajos de este Sínodo.
Les aseguro mi plegaria para que el Señor los recompense con la abundancia de sus dones de gracia.
Mientras seguía los trabajos del Sínodo, me he preguntado: ¿Qué significará para la Iglesia concluir este Sínodo dedicado a la familia?
Ciertamente no significa haber concluido con todos los temas inherentes a la familia, sino que ha tratado de iluminarlos con la luz del Evangelio, de la Tradición y de la historia milenaria de la Iglesia, infundiendo en ellos el gozo de la esperanza sin caer en la cómoda repetición de lo que es indiscutible o ya se ha dicho.
Seguramente no significa que se hayan encontrado soluciones exhaustivas a todas las dificultades y dudas que desafían y amenazan a la familia, sino que se han puesto dichas dificultades y dudas a la luz de la fe, se han examinado atentamente, se han afrontado sin miedo y sin esconder la cabeza bajo tierra.
Significa haber instado a todos a comprender la importancia de la institución de la familia y del
matrimonio entre un hombre y una mujer, fundado sobre la unidad y la indisolubilidad, y apreciarla como la base fundamental de la sociedad y de la
vida humana.
Significa haber escuchado y hecho escuchar las voces de las familias y de los pastores de la Iglesia que han venido a Roma de todas partes del mundo trayendo sobre sus hombros las cargas y las esperanzas, la riqueza y los desafíos de las familias.
Significa haber dado prueba de la vivacidad de la Iglesia católica, que no tiene miedo de sacudir las conciencias anestesiadas o de ensuciarse las manos discutiendo animadamente y con franqueza sobre la familia.
Significa haber tratado de ver y leer la realidad o, mejor dicho, las realidades de hoy con los ojos de Dios, para encender e iluminar con la llama de la fe los corazones de los hombres, en un momento histórico de desaliento y de crisis social, económica,
moral y de predominio de la negatividad.
Significa haber dado testimonio a todos de que el Evangelio sigue siendo para la Iglesia una fuente viva de eterna novedad, contra quien quiere «adoctrinarlo» en piedras muertas para lanzarlas contra los demás.
Significa haber puesto al descubierto a los corazones cerrados, que a menudo se esconden incluso dentro de las enseñanzas de la Iglesia o detrás de las buenas intenciones para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas.
Significa haber afirmado que la Iglesia es Iglesia de los pobres de espíritu y de los pecadores en busca de perdón, y no sólo de los justos y de los santos, o mejor dicho, de los justos y de los santos cuando se sienten pobres y pecadores.
Significa haber intentado abrir los horizontes para superar toda hermenéutica conspiradora o un cierre de perspectivas para defender y difundir la libertad de los hijos de Dios, para transmitir la belleza de la novedad cristiana, a veces cubierta por la herrumbre de un lenguaje arcaico o simplemente incomprensible.
En el curso de este Sínodo, las distintas opiniones que se han expresado libremente –y por desgracia a veces con métodos no del todo benévolos– han enriquecido y animado sin duda el diálogo, ofreciendo una imagen viva de una Iglesia que no utiliza «módulos impresos», sino que toma de la fuente inagotable de su fe agua viva para refrescar los corazones resecos.(1)
Y –más allá de las cuestiones dogmáticas claramente definidas por el Magisterio de la Iglesia– hemos visto también que lo que parece normal para un obispo de un continente, puede resultar extraño, casi como un escándalo, para el obispo de otro continente; lo que se considera violación de un derecho en una sociedad, puede ser un precepto obvio e intangible en otra; lo que para algunos es libertad de conciencia, para otros puede parecer simplemente confusión. En realidad, las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado.(2) El Sínodo de 1985, que celebraba el vigésimo aniversario de la clausura del
Concilio Vaticano II, habló de la inculturación como «una íntima transformación de los auténticos valores culturales por su integración en el cristianismo y la radicación del cristianismo en todas las culturas humanas».(3)
La inculturación no debilita los valores verdaderos, sino que muestra su verdadera fuerza y su autenticidad, porque se adaptan sin mutarse, es más, trasforman pacíficamente y gradualmente las diversas culturas.(4)
Hemos visto, también a través de la riqueza de nuestra diversidad, que el desafío que tenemos ante nosotros es siempre el mismo: anunciar el Evangelio al hombre de hoy, defendiendo a la familia de todos los ataques ideológicos e individualistas.
Y, sin caer nunca en el peligro del relativismo o de demonizar a los otros, hemos tratado de abrazar plena y valientemente la bondad y la misericordia de Dios, que sobrepasa nuestros cálculos humanos y que no quiere más que «todos los hombres se salven» (1 Tm 2,4), para introducir y vivir este Sínodo en el contexto del Año Extraordinario de la Misericordia que la Iglesia está llamada a vivir.
Queridos Hermanos, la experiencia del Sínodo también nos ha hecho comprender mejor que los verdaderos defensores de la doctrina no son los que defienden la letra sino el espíritu; no las ideas, sino el hombre; no las fórmulas sino la gratuidad del amor de Dios y de su perdón. Esto no significa en modo alguno disminuir la importancia de las fórmulas, de las leyes y de los mandamientos divinos, sino exaltar la grandeza del verdadero Dios que no nos trata según nuestros méritos, ni tampoco conforme a nuestras obras, sino únicamente según la generosidad sin límites de su misericordia (cf. Rm 3,21-30; Sal 129; Lc 11,37-54). Significa superar las tentaciones constantes del hermano mayor (cf. Lc 15,25-32) y de los obreros celosos (cf. Mt 20,1-16). Más aún, significa valorar más las leyes y los mandamientos, creados para el hombre y no al contrario (cf. Mc 2,27).
En este sentido, el arrepentimiento debido, las obras y los esfuerzos humanos adquieren un sentido más profundo, no como precio de la invendible salvación, realizada por Cristo en la
cruz gratuitamente, sino como respuesta a Aquel que nos amó primero y nos salvó con el precio de su sangre inocente, cuando aún estábamos sin fuerzas (cf. Rm 5,6).
El primer deber de la Iglesia no es distribuir condenas o anatemas sino proclamar la misericordia de Dios, de llamar a la conversión y de conducir a todos los hombres a la salvación del Señor (cf. Jn 12,44-50).
El beato Pablo VI decía con espléndidas palabras: «Podemos pensar que nuestro pecado o alejamiento de Dios enciende en él una llama de amor más intenso, un deseo de devolvernos y reinsertarnos en su plan de salvación [...]. En Cristo, Dios se revela infinitamente bueno [...]. Dios es bueno. Y no sólo en sí mismo; Dios es –digámoslo llorando- bueno con nosotros. Él nos ama, busca, piensa, conoce, inspira y espera. Él será feliz –si puede decirse así–el día en que nosotros queramos regresar y decir: “Señor, en tu bondad, perdóname. He aquí, pues, que nuestro arrepentimiento se convierte en la alegría de Dios».(5)
También san
Juan Pablo II dijo que «la Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia [...] y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora».(6)
Y el
Papa Benedicto XVI decía: «La misericordia es el núcleo central del mensaje evangélico, es el nombre mismo de Dios [...] Todo lo que la Iglesia dice y realiza, manifiesta la misericordia que Dios tiene para con el hombre. Cuando la Iglesia debe recordar una verdad olvidada, o un bien traicionado, lo hace siempre impulsada por el amor misericordioso, para que los hombres tengan vida y la tengan en abundancia (cf. Jn 10,10)».(7)
En este sentido, y mediante este tiempo de gracia que la Iglesia ha vivido, hablado y discutido sobre la familia, nos sentimos enriquecidos mutuamente; y muchos de nosotros hemos experimentado la acción del Espíritu Santo, que es el verdadero protagonista y artífice del Sínodo. Para todos nosotros, la palabra «familia» no suena lo mismo que antes, hasta el punto que en ella encontramos la síntesis de su vocación y el significado de todo el camino sinodal.(8)
Para la Iglesia, en realidad, concluir el Sínodo significa volver verdaderamente a «caminar juntos» para llevar a todas las partes del mundo, a cada Diócesis, a cada comunidad y a cada situación la luz del Evangelio, el abrazo de la Iglesia y el amparo de la misericordia de Dios.
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1 Cf. Carta al Gran Canciller de la Pontificia Universidad Católica Argentina en el centenario de la Facultad de Teología (3 marzo 2015): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 13 marzo 2015, p. 13..
2 Cf. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Fe y cultura a la luz de la
biblia. Actas de la Sesión plenaria 1979 de la Pontificia Comisión Bíb lica; CONC. ECUM. VAT. II, Cost. Past.
Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 44.
3 Relación final (7 diciembre 1985): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 22 diciembre 1985, p. 14.
4 «En virtud de su misión pastoral, la Iglesia debe mantenerse siempre atenta a los cambios históricos y a la evolución de la mentalidad. Claro, no para someterse a ellos, sino para superar los obstáculos que se pueden oponer a la acogida de sus consejos y sus directrices»: Entrevista al Card. Georges Cottier, Civiltà Cattolica, 8 agosto 2015, p. 272.
5 Homilía (23 junio 1968): Insegnamenti, VI (1968), 1176-1178.
6 Cart. Enc.
Dives in misericordia (30 noviembre 1980), 13. Dijo también: «En el misterio Pascual [...] Dios se muestra como es: un Padre de infinita ternura, que no se rinde frente a la ingratitud de sus hijos, y que siempre está dispuesto a perdonar», Regina coeli (23 abril 1995): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 28 abril 1995, p. 1; y describe la resistencia a la misericordia diciendo: «La mentalidad contemporánea, quizás en mayor medida que la del hombre del pasado, parece oponerse al Dios de la misericordia y tiende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la misericordia. La palabra y el concepto de misericordia parecen producir una cierta desazón en el hombre», Cart. Enc. Dives in misericordia (30 noviembre 1980), 2.
7 Regina coeli (30 marzo 2008): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 4 abril 2008, p. 1. Y hablando del poder de la misericordia afirma: «Es la misericordia la que pone un límite al mal. En ella se expresa la naturaleza del todo peculiar de Dios: su santidad, el poder de la verdad y del amor», Homilía durante la santa
misa en el Domingo de la
divina Misericordia(15 abril 2007): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 20 abril 2007, p. 3.
8 Un análisis acróstico de la palabra «familia» [en italiano f-a-m-i-g-l-i-a] nos ayuda a resumir la misión de la Iglesia en la tarea de:
Formar a las nuevas generaciones para que vivan seriamente el amor, no con la pretensión individualista basada sólo en el placer y en el «usar y tirar», sino para que crean nuevamente en el amor auténtico, fértil y perpetuo, como la única manera de salir de sí mismos; para abrirse al otro, para ahuyentar la soledad, para vivir la voluntad de Dios; para realizarse plenamente, para comprender que el matrimonio es el «espacio en el cual se manifiestan el amor divino; para defender la sacralidad de la vida, de toda vida; para defender la unidad y la indisolubilidad del vínculo conyugal como signo de la gracia de Dios y de la capacidad del hombre de amar en serio» (Homilía en la Santa Misa de apertura de la XIV Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, 4 octubre 2015: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 9 octubre 2015, p. 4; y para valorar los cursos prematrimoniales como oportunidad para profundizar el sentido cristiano del sacramento del matrimonio.
Andar hacia los demás, porque una Iglesia cerrada en sí misma es una Iglesia muerta. Una Iglesia que no sale de su propio recinto para buscar, para acoger y guiar a todos hacía Cristo es una Iglesia que traiciona su misión y su vocación.
Manifestar y difundir la misericordia de Dios a las familias necesitadas, a las personas abandonadas; a los ancianos olvidados; a los hijos heridos por la separación de sus padres, a las familias pobres que luchan por sobrevivir, a los pecadores que llaman a nuestra puerta y a los alejados, a los diversamente capacitados, a todos los que se sienten lacerados en el alma y en el cuerpo, a las parejas desgarradas por el dolor, la enfermedad, la muerte o la persecución.
Iluminar las conciencias, a menudo asediadas por dinámicas nocivas y sutiles, que pretenden incluso ocupar el lugar de Dios creador. Estas dinámicas deben de ser desenmascaradas y combatidas en el pleno respeto de la dignidad de toda persona humana.
Ganar y reconstruir con humildad la confianza en la Iglesia, seriamente disminuida a causa de las conductas y los pecados de sus propios hijos. Por desgracia, el antitestimonio y los escándalos en la Iglesia cometidos por algunos clérigos han afectado a su credibilidad y han oscurecido el fulgor de su mensaje de salvación.
Laborar para apoyar y animar a las familias sanas, las familias fieles, las familias numerosas que, no obstante las dificultades de cada día, dan cotidianamente un gran testimonio de fidelidad a los mandamientos del Señor y a las enseñanzas de la Iglesia.
Idear una pastoral familiar renovada que se base en el Evangelio y respete las diferencias culturales. Una pastoral capaz de transmitir la Buena Noticia con un lenguaje atractivo y alegre, y que quite el miedo del corazón de los jóvenes para que asuman compromisos definitivos. Una pastoral que preste particular atención a los hijos, que son las verdaderas víctimas de las laceraciones familiares. Una pastoral innovadora que consiga una preparación adecuada para el sacramento del matrimonio y abandone la práctica actual que a menudo se preocupa más por las apariencias y las formalidades que por educar a un compromiso que dure toda la vida.
Amar incondicionalmente a todas las familias y, en particular, a las pasan dificultades. Ninguna familia debe sentirse sola o excluida del amor o del amparo de la Iglesia. El verdadero escándalo es el miedo a amar y manifestar concretamente este amor.
El Sínodo aprobó el documento final que incluye la apertura a divorciados
on octubre 24, 2015 2:40 pm
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El papa Francisco (centro) posa junto a obispos y cardenales durante un receso en el sínodo de obispos celebrado en el Vaticano.
EFE/Maurizio Brambatti
Los participantes del Sínodo de la familia aprobaron hoy por mayoría de dos tercios los 94 puntos de su documento final, que abre la vía a estudiar caso por caso el acceso a los sacramentos de los divorciados que se han vuelto a casar. EFE
En 3 de esos 94 puntos -los que más votos negativos tuvieron- se aborda esta cuestión y se explica que los “bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar deben ser más integrados en las comunidades cristianas de las diferentes maneras posibles, pero evitando en cualquier caso causar escándalo”.
También se invita a utilizar al respecto el método del “discernimiento”, la valoración caso por caso, por parte de los sacerdotes durante la confesión.
Los 265 padres sinodales, los cardenales y obispos con derecho a voto aprobaron, como aparece en el punto 84 del documento final, que los divorciados y casados en segundas nupcias “no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia sintiéndola como una madre que les acoge”.
Aseguran que, para la comunidad cristiana, “hacerse cargo de estar personas no es una debilidad de la propia fe o de la indisolubilidad del matrimonio, sino que así la Iglesia expresa su caridad”.
En el punto 85, el que más votos en contra tuvo (80 frente a 178 a favor), se recuerda que Juan Pablo II (en su exhortación apostólica “Familiaris consortio” de 1981) ya ofreció el criterio de la valoración caso por caso de los divorciados católicos y vueltos a casar para su acceso a los sacramentos, como la eucaristía.
“Es por tanto deber de los presbíteros acompañar a las personas en el camino del discernimiento, según las enseñanzas de la Iglesia y las orientaciones del obispo”, se apunta.
Se estudiarán los casos y otras circunstancias como el comportamiento hacia los hijos durante el divorcio, si ha habido intentos de reconciliación, la situación del otro cónyuge y las consecuencias de la nueva relación para el resto de la familia, entre otras.
El documento añade que “el coloquio con el sacerdote, en foro interno (en confesión), sirve a la formación de un juicio correcto de lo que obstaculiza la posibilidad de una plena participación en la vida de la Iglesia (del divorciado) y sobre los pasos para favorecerla y hacerla crecer”.
El texto incluye, por ejemplo, la necesidad de que “sea mejorada la catequesis prematrimonial” para evitar los divorcios.
Pide que la Iglesia dé apoyo a las parejas, jóvenes y adolescentes en el tema de la “sexualidad”, al considerar que “la familia, aunque es el lugar pedagógico principal, no puede ser el único lugar en el que se aborde la educación sexual”.
En el documento también se reitera la atención a casos de violencia familiar y, sobre todo, “promover la protección de los menores del abuso sexual”.
“La Iglesia reitera su tolerancia cero en estos casos” y el “acompañamiento de las familias”, afirma al respecto.
Los obispos indican que entregan este documento al papa Francisco y que esperan que éste sirva para que él escriba un documento sobre el tema.
REUTERS/Tony Gentile
El papa Francisco destacó hoy lo que denominó “métodos no del todo benévolos” en la expresión de opiniones en el Sínodo de los obispos que hoy terminó sus trabajos en el Vaticano.EFE
“En el curso de este Sínodo las distintas opiniones que se han expresado libremente -y por desgracia a veces con métodos no del todo benévolos- han enriquecido y animado sin duda el diálogo”, dijo el pontífice a los padres sinodales.
Según el papa, de esta manera el Sínodo ha dado una “imagen viva de una Iglesia que no utiliza ‘módulos impresos’ sino que toma de la fuente inagotable de su fe agua viva para refrescar los corazones frescos”.
El papa dirigió un discurso a los participantes del Sínodo después de las votaciones sobre el documento final en el que hizo estas alusiones a los “métodos” para expresar las opiniones diversas en la reunión.
El Sínodo aprobó con mayoría de dos tercios los 94 puntos de su documento final, en el que, entre otros aspectos, se abre la vía a evaluar caso por caso el acceso a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar.
Al principio de las tres semanas que ha durado esta asamblea se conoció que varios cardenales habían firmado supuestamente una carta dirigida al papa en la que se denunciaba la metodología utilizada y un intento de manipular el resultado del Sínodo.
Algunos cardenales confirmaron la existencia de la carta, pero pusieron en duda el contenido publicado y la lista de los firmantes.
Ante el revuelo que causó su existencia, el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, consideró que la publicación de esa misiva fue un “acto de disturbio” aunque hoy el papa no aludió específicamente a ese caso al calificar algunos métodos de expresar opiniones.
En su discurso ante los padres sinodales el papa reconoció además que durante el Sínodo se ha visto “que lo que parece normal para un obispo de un continente puede resultar extraño, casi como un escándalo, para el obispo de otro continente”.
“Lo que se considera violación de un derecho en una sociedad puede ser un precepto obvio e intangible en otra; lo que para algunos es libertad de conciencia, para otros puede parecer simplemente confusión”, agregó.
Durante el Sínodo algunos participantes aludieron por ejemplo a que debates sobre cómo acoger a personas homosexuales en la Iglesia o el trato que se debe dar a católicos divorciados vueltos a casar son asuntos que no suscitan una atención predominante en ciertas sociedades.
Algunos representantes africanos, por ejemplo, criticaron que haya organizaciones internacionales que hagan depender la concesión de ayuda a cambios en las legislaciones locales en materia de derechos de homosexuales.
El propio papa calificó de “colonización ideológica” la imposición de ciertas ideas, como la teoría del género, que entiende que lo masculino o lo femenino lo determina el individuo y no la biología.
AFP PHOTO / ANDREAS SOLARO
Los obispos de todo el mundo deberán votar y entregar este sábado al Papa Francisco el informe final de tres semanas de debates sobre la familia, cuyo resultado “va a decepcionar” debido a la falta de avances en temas candentes como divorcio y homosexualidad, reconoció este sábado un influyente cardenal.
Los 270 “padres sinodales”, en representación de los obispos de todo el mundo, escucharon en la mañana la lectura del documento final tras la incorporación de las modificaciones exigidas la víspera e iniciarán la votación en la tarde, hacia las 16H30 (14H30 GMT).
El texto contiene 94 párrafos numerados y debe ser adoptado por una mayoría de dos tercios.
“El documento es el fruto de un consenso”, adelantó este sábado en una rueda de prensa el cardenal austríaco Christopher Schoenborn. “Hay quien se va a decepcionar”, agregó.
El purpurado aseguró que el documento “no contiene referencias” a la homosexualidad “ya que el tema fue abordado sólo en el caso en que un miembro de la familia lo declare y de cómo los cristianos deben encarar esa situación”, explicó.
El espinoso tema de la homosexualidad sigue siendo un tabú para la Iglesia Católica, sobre todo en algunos continentes como África y Asia.
El desacuerdo reina también en torno a otro asunto delicado para los católicos: autorizar dar la comunión a los divorciados que se vuelven a casar.
“El documento encara el asunto en forma transversal: ofrece los criterios para discernir, para comprender cada situación”, explicó Schoenborn.
“No es ni un sí ni un no, porque cada situación es diferente”, recalcó el purpurado.
Divididos en conservadores y progresistas, los dos sectores se enfrentaron duramente sobre el acceso a la comunión de los divorciados que se vuelven a casar civilmente, lo que ha alejado a muchas familias en todo el mundo de la Iglesia Católica.
Algunos obispos pidieron la readmisión e integración de los divorciados que se vuelven a casar y criticaron el hecho de que la iglesia los trate como si hubieran sido excomulgados.
– En manos del Papa –
Una vez votado, el documento final será entregado al papa Francisco quien al parecer decidió hacerlo público inmediatamente.
Los expertos aseguran que el pontífice argentino lo usará como base para una futura exhortación apostólica sobre la familia.
Francisco decidió convocar dos sínodos sucesivos sobre la familia –en octubre de 2014 y octubre de 2015– para instar a la iglesia a un “aggiornamento”, es decir a actualizarse ante los cambios que vive la familia moderna.
El papa quiere animar a la Iglesia a “evaluar los tiempos y cambiar con ellos, permaneciendo firmes en el Evangelio”, explicó el viernes Francisco en una misa.
“La sabiduría cristiana es precisamente conocer estos cambios, conocer los diversos tiempos y conocer los signos de los tiempos”, explicó el papa.
Una alusión a los problemas que vive hoy en día la familia católica, como el aumento de la convivencia, de los divorciados, de las uniones gays y familias mixtas, etc.
– Una iglesia que no juzga , que no reprocha-
“Escuchar” y “acompañar” fueron las palabras clave de este sínodo, ya que la gran mayoría de los participantes reconoció que la Iglesia debe renovar sus gestos, sus mensajes y sobre todo su actitud.
“Es el comienzo de una nueva iglesia”, sostiene el obispo belga Luc Van Looy.
“Se acabó la época en que la iglesia católica juzgaba y reprochaba e inició la era de la acogida, que escucha”, aseguró.
El pedido de un mayor papel de la mujer dentro de la iglesia también suscitó fuertes diferencias entre los obispos.
Paralelamente, buena parte de los padres sinodales reconocieron los sufrimientos que padece la mujer dentro de la familia por la violencia y lamentaron que millones de ellas tengan que criar a sus hijos solas, sobre todo a causa de las olas migratorias.
Los obispos del mundo lanzarán un pedido “por la liberación” de todos las personas secuestradas en Medio Oriente, Asia y África.
“Nunca más violencia, nunca más terrorismo, nunca más destrucción, nunca más persecuciones”, suscribieron.
AFP